Acabo de ver una película (Mi vida sin mí), que me ha provocado una barbaridad de sensaciones difíciles de digerir. Me siento impotente de no saber plasmarlas en letras para poder expresarlas, pero luego pienso que al fin y al cabo todos los sentimientos que yo pueda tener no dejan de ser una levedad más entre un infinito de ellas, y que como a nadie le importan tampoco cambiarán el fluir de mi vida si se quedan en mi interior.
Quizá ése sea el único consuelo que me queda, el de paladear la soledad, pues quien nada presta, nada usa y nada pide, tampoco dejará nada a medias ni nada pendiente en la lista de sueños por realizar; ni siquiera habrá dolorosas camas frías y vacías. No es falta de motivaciones vitales o de hastío de vagar, es más el miedo a que el amor se acabe y comience su duelo, o peor aún, a sentir placer del abandono, añoranza de un tiempo feliz a más no poder, pero que ya está lejano.
Quizá ése sea el único consuelo que me queda, el de paladear la soledad, pues quien nada presta, nada usa y nada pide, tampoco dejará nada a medias ni nada pendiente en la lista de sueños por realizar; ni siquiera habrá dolorosas camas frías y vacías. No es falta de motivaciones vitales o de hastío de vagar, es más el miedo a que el amor se acabe y comience su duelo, o peor aún, a sentir placer del abandono, añoranza de un tiempo feliz a más no poder, pero que ya está lejano.
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