pero te quise más,
y desmesurado.
No fui correcto en las formas,
pero tuve el orgullo
y placer de desobedecerte
cada vez que me pedías
que me alejara de ti.
Me hice radical y vibrante,
me comí la pena en tus bragas
y me rasuré el pubis
para que quererte no te raspara tanto.
Fui doloroso hasta el éxtasis,
y cuando por fin colgabas las botas
y te anclabas como un sedal en mi cuello,
te recité de la A a la Z
la erótica de nuestras memorias,
que es como la retórica en la poesía
pero con mucha güasa y poca ropa.
Porque no recuerdo nada antes de ti.
Después, por supuesto, sólo estás tú.
No te supe querer bien,
pero lo hice hasta el extremo,
dramatizando todos mis gestos
y fingiendo las sonrisas necesarias
para despedazar indecoroso
cualquier ínfimo atisbo de tristeza.
cualquier ínfimo atisbo de tristeza.
Yo no te quería perfecta;
buscaba un amor ordinario
con el que sentirme henchido
y dolorido al terminar el día
y apagar la última lámpara de mi cuarto.
Quería una fútil redención
a este cuerpo marchito y baldío
en el que sólo los despojos de tus besos
podían arrancar un pedazo de mi terca vida.
Porque, cariño, ambos sabíamos
que yo valía la pena
cuando tú me deshojabas
entre la cama y la almohada.
Mi valor de bellota fina y derrotada
sobre la suerte de tus dientes
se volvía frágil y felina
al introducirse en tu garganta.
No te supe querer con honradez.
Te hice el propósito de mi vida
y te arrojé a todos los tejados
como un gato escogiendo casa.
Qué estúpido.
La casa eras tú.
He necesitado siete vidas
para entenderlo."